
Sin libro nuevo no tenía
contento
os
libros. A Borges le encantaba citar a Emerson, para quien una biblioteca es un
gabinete mágico en el que hay muchos espíritus hechizados. Despiertan cuando
los llamamos. Al abrir el libro se produce el milagro. Como si se tratara de un
cadáver con el poder de resucitar al contacto con el lector. El lector resucita
el libro que lee. La resurrección se vuelve acontecimiento suyo también. De
Alejandro Magno se cuenta que tenía dos armas debajo de la almohada, La Ilíada
y la espada. Los libros dan vida, riqueza, poder, sabiduría, felicidad.
Para María Zambrano "una
cultura depende de la calidad de sus dioses". Conocemos su grandeza y
cercanía por el entusiasmo con que hablamos de ellos, presentes en la palabra.
Son palabra, comunicación, comunión. El comienzo del evangelio de Juan llena
al lector de admiración, de frenesí: "En el principio existía la
Palabra... y la Palabra era Dios.. Mediante ella se hizo todo y sin ella no se
hizo nada de lo hecho... Y la Palabra se hizo carne..." Lengua y religión
en indisoluble unidad. Lengua es comunicación, comunicación es comunión, y
comunión, de amor, es religión. Los místicos del Carmelo, S. Teresa de Jesús
y S. Juan de la Cruz, se eternizaron en los libros que escribieron.
S. Teresa de Jesús fue
aficionada a la lectura desde niña. Sus frases son lapidarias: "Si no
tenía libro nuevo, no me parece tenía contento... Diome la vida haber quedado
ya amiga de buenos libros... Lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda
mi recreación". A los 44 años, al prohibir la lectura de libros
religiosos en español, "su Majestad" se le vuelve "el libro
verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja
impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar".
Así no es extraño que S. Teresa se convirtiera en un gigante de la literatura
y de la mística. Escribía en las noches "con la velocidad de un
notario", robándole tiempo al sueño por tener copado el día en su
trajín de fundadora. Quien se instala en su lectura descubre el gozo inefable
de una vida plena. Aprende lo que jamás olvidará, que "orar es tratar de
amistad con quien sabemos nos ama".
A los treinta y cinco años
(1577), S. Juan de la Cruz hizo de una cárcel conventual, donde estuvo nueve
meses prisionero, un laboratorio de sublime hermosura al componer de memoria,
por no tener en qué escribir, 32 de las 40 estrofas, 160 versos, del Cántico
Espiritual. Milagro de la afición a la lectura. Gigante también de las letras
españolas, poeta místico excepcional y maestro incomparable de la vida
espiritual. Sus libros constituyen un tesoro de la lengua y de la
espiritualidad.
S. Teresita del Niño Jesús, fue
otra enamorada de los libros. "Esta afición a la lectura me duró hasta mi
entrada en el Carmelo (a los quince años). Me sería imposible decir el número
de libros que pasaron por mis manos" entre los 10 y los 13 años. Con S.
Teresa y S. Juan de la Cruz, los tres son doctores de Iglesia Universal por lo
que escribieron. Supieron escuchar "al que habla sin ruido de
palabras". Teresita forjó toda una espléndida literatura espiritual, de
sencillez y profundidad incomparables. La "Historia de un alma" da la
vuelta al mundo sin cesar.
La afición por la lectura es
tesoro de los místicos: hablan de Dios y del hombre con embeleso. La religión
y la lengua forman un prodigio de comunicación. Pueblo que lee es pueblo que
progresa; descubre en la lectura la grandeza de su identidad. Los colombianos
leemos cada día menos. Sólo la afición por la lectura nos sacará del atraso
multidimensional que nos agobia. Lo leído imprime su huella en el espíritu,
conformándolo y nutriéndolo. Hasta esta lección nos dan los místicos: ¡Sin
libro nuevo no tenía contento!
P. Hernando Uribe Carvajal,
ocd
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