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¡Felices Pascuas!

omos viajeros. Viajero es el que va de una parte a otra pasando por diferentes lugares. Al viajero le pasan cosas. Quien mira el diccionario se queda sorprendido de la variedad de significados del verbo pasar. Lo que le pasa al viajero es su riqueza. Puede pasarse días enteros contando le que le ha pasado. Y sabe lo que le pasa al contar las historias vividas. Cada paso es novedad. ¿Habrá emoción comparable a la de contar lo que a uno le pasa?

El viajero es pasajero, transeúnte. Va sin descanso de una parte a otra. Jesús es transeúnte, pasa sin cesar. No hay nada ni nadie por donde no pase. A San Agustín lo llenaba de temor y de asombro ese caminante: "Temo a Jesús transeúnte". Era el paso de alguien a quien él no quería dejar pasar de largo. Anhelaba que se detuviera para verlo, para dialogar con él, para contarle los secretos del corazón, para hablarle de los sueños y hacerle saber que sin él no podía vivir. El temor de Agustín estaba lleno de admiración y súplica. Le urgía que ese transeúnte pasara sin cesar por el camino del cuerpo y del alma. Necesitaba sentir y disfrutar una y otra vez la música de esos pasos, la dulzura de esos ojos. Que pasara, que aconteciera sin cesar en su vida.

El libro del Exodo (12, 1-14) cuenta cómo el Señor habló a Moisés y a Aarón: "Comeréis (la carne) a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora". El Pueblo de Dios fue ducho en percibir el paso de Dios, la Pascua. Siguiéndolo, en cualquier dirección avanzaba, crecía. El paso del Señor marcó su identidad. La Pascua, celebrada tras año, se convirtió en el punto de referencia de todos sus afanes.

Los seres humanos vienen al mundo con vocación de caminantes; les pasan siempre cosas que llenan de novedad el acontecer de cada día. Disfrutan contándolas. "Mira lo que me pasó", dice el que llega, y al que escucha le pasa lo mismo a su manera. Va de asombro en asombro, sin que le quepa la emoción en el pecho. ¡Rico escuchar lo que le pasa al que llega! 

No hay emoción como la de que me pasen cosas. Me pasa, me sucede, me acontece de todo. Hago un recuento de lo que me pasa y tomo la decisión de que me pasen cosas maravillosas. Es lo que siento que me pasa cuando alguien me saluda: "¡Felices Pascuas!" Y es lo que deseo que le pase a quien le digo: "¡Felices Pascuas!": que le pasen muchas cosas, cosas maravillosas.

Pascua es el paso permanente de Dios por la vida del hombre y del universo, dándoles en cada instante la existencia. El paso de Dios es la prodigalidad divina en acción. Emoción delirante la de escuchar a quien me saluda: "¡Felices Pascuas!", el paso permanente de Dios te hace divino. "¡Oh Cristo inmolado, tú eres la Pascua verdadera!" (1 Cor 5, 7): pasas de continuo por las cosas salvándolas, volviéndolas divinas en su condición terrena. La celebración religiosa pone al hombre, ya en el tiempo, en el corazón de todo: de sí mismo, de los demás, del universo y de Dios, en una pascua de eternidad.

P. Hernando Uribe Carvajal, ocd

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