La Asunción, una fiesta para
celebrar a María
l 15 de agosto celebramos la
fiesta de la Asunción. Fiesta que concretiza los sueños ancestrales, más
allá de la nostalgia, en flores, música, pólvora, desfiles, misas y sermones.
Ramillete de oraciones para consuelo aun en la más agobiante desventura.
El sustantivo asunción viene del
verbo asumir, que es tomar para sí o sobre sí, hacerse cargo. En la Asunción,
Dios toma para sí a María y la sostiene volviendo divina su condición
terrena. La convierte en transparencia suya para los hombres y el universo. Dios
asume en María la condición humana volviéndola divina. Baja a ella para subir
con ella, y en ella con los hombres, con la creación entera.
La Asunción es fiesta de
endiosamiento. Así lo expresa el entusiasmo de la celebración. Todo lo que
armoniza al ser humano, lo purifica y lo hace mejor es participación del
misterio de la Asunción, sobre todo si por misterio entendemos la forma como
Dios acontece en la vida humana.
San Juan de la Cruz afirma que
Dios mueve las potencias de algunas almas para que realicen sólo ciertas obras
"según la voluntad y ordenación de Dios". Y añade: "Tales eran
las de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el
principio levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de
alguna criatura, ni por ella se movió, sino que siempre su moción fue por el
Espíritu Santo" (Subida 3, 2, 10).
Dios asumió a María en la
unidad de su ser, en cuerpo y alma, desde su nacimiento, como cosa suya,
haciéndola divina ya en su condición terrestre. Así todos los gestos de
María fueron de asunción: obró en todo y por todo movida por el Espíritu de
Dios. "Y no es maravilla que las operaciones (de María) sean divinas, pues
que la unión del alma es divina" (3, 2, 16). Es lo que siente el pueblo en
la celebración de la fiesta de la Asunción.
El pueblo reza en el Rosario con
singular devoción: "El cuarto misterio glorioso es el dichosísimo
tránsito de María Santísima de esta vida mortal a la eterna". La vida
eterna de la Asunta, ya desde esta tierra, no es una cosa, es el mismo Dios. El
evangelio así lo asegura: "Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti,
un solo Dios verdadero, y a tu Hijo Jesucristo, que enviaste" (Jn 17, 3).
El creyente alimenta esta seguridad al hacer su oración con la infinita
confianza que le inspira la Madre del cielo. Por eso celebra esta fiesta,
primicia de lo que le pertenece, lleno de alegría, esperanza y gratitud.
Un misterio, como el de la
Asunción, pertenece a la trama de la vida diaria. Quien aviva su sensibilidad
profunda descubre que él está motivando, iluminando y sosteniendo cada paso.
Quien fija su atención en él, descubre, con asombro creciente, el horizonte
sin límites que lo invita a volar. La Asunción de María es el espejo de la
asunción de todo ser humano. Para derretirse de amor.
P. Hernando Uribe Carvajal,
ocd
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