Monticelo, Centro de
mística
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onticelo es un Centro de
Mística. Propiedad de la Orden de Carmelitas Descalzos, Comunidad
Religiosa fundada por S. Teresa de Jesús (1515-1582) y S. Juan de la Cruz
(1542-1591), grandes místicos y literatos españoles de la Iglesia
Católica.
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Como Centro de Mística,
Monticelo se propone interpretar y difundir con fidelidad el mensaje de
sus fundadores. Esta fidelidad requiere cultivo y sintonía: instinto del
Ser Divino, sensibilidad, experiencia de amor, lenguaje sustancial y
simpatía por todo.
Cuando S. Teresa afirma que
"orar es tratar de amistad con quien sabemos nos ama" (Vida 8,
5), traza en pocas palabras el camino infinito de la oración, la santidad
y la mística. Las tres palabras se refieren a la misma realidad. El
hombre tiene el instinto de Dios. En la medida en que lo cultiva
sintiéndose amado, dejándose amar y amando con todo el corazón todo y a
todos, está respondiendo a su más entrañable vocación: vivir
"inflamado de amor" (S. J. de la Cruz, Llama 3, 3).
Amistad es amor
correspondido. Dios por ser Dios, ama a sus criaturas en forma
incondicional. "Sabemos", saber inquebrantable. Quien ama a
Dios, le está correspondiendo; está, estableciendo amistad divina. Quien
en cualquier momento y lugar se detiene a tomar conciencia del amor que
Dios le tiene y cómo corresponderle, se encuentra en posesión de una
oración simple y excelente a la vez.
S. Juan de la Cruz habla de
"las profundas cavernas del sentido": memoria, entendimiento y
voluntad, que "no se llenan con menos que infinito". Y añade:
"Es profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que en ellas
puede caber, que es Dios, es profundo de infinita bondad; y así será en
cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su hambre
también es profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte
infinita… " (Llama 3, 18.22).
Mística es relación de
amor. Va desde los estadios iniciales hasta la más absoluta perfección.
El amor, no los fenómenos extraordinarios, determina la condición
mística. Dios no tiene más comunicación con el hombre, con sus
criaturas, que el amor. Y la única forma de corresponderle es amándolo y
dejándose amar de El.
El Concilio Vaticano II
habla de la "vocación universal a la santidad": "Creemos
que la Iglesia es indefectiblemente santa, ya que Cristo, el Hijo de Dios,
a quien con el Padre y el Espíritu llamamos 'el solo santo' amó a la
Iglesia como a su esposa, entregándose así mismo por ella para
santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la enriqueció
con el don del Espíritu Santo para la gloria de Dios. Por eso en la
Iglesia todos… son llamados a la santidad, según dice el Apóstol:
'Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación'" (Lumen Gentium
39). Santidad, oración y mística propiamente son la misma cosa:
vocación de amor. La vocación de todos. Monticelo se propone cultivar y
promover esta vocación universal de amor a la luz de los místicos del
Carmelo para beneficio de todos los que compartan este mensaje.
P. Hernando Uribe Carvajal,
ocd
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